El nítido rubio ondulante de la bajista (quisiera acordarme su nombre) se desliza sobre las melodías que entre disfraces negros logran endulzarte los oídos. Como si le hubieran ganado la batalla al tiempo, coronados con medallas de niñez eterna, los mujercitas insultan mi vida exterior. Provocando a los fantasmas, sus ruidos empujan el frío de los huesos lejos del servicio maldito. El cuento del niño asustado/perdido/reprimido ya lo escuché varias veces, tantas que casi me aburre. Como el amor y la muerte (por citar dos ejemplos) la pureza de la inocencia se encuentra en cambiar su sonido, Mujercitas lo ha conseguido.
El enfoque es de cristal opaco, sumamente limpio, pero nada se oculta sin disfraz. El enfoque es un cristal macizo y coherente, es limpio. El cristal esta empañado y arañado: el disfraz.
Mujercitas Terror es actriz.
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